lunes, 31 de mayo de 2010

Capítulo I: El extranjero en Tatooine

El universo. Un lugar tan vasto y lleno de energía moviéndose constantemente y a tal velocidad que casi podría decirse que no sucede nada que el ojo poco adiestrado lograse percibir. Pese a su inmensurable tamaño, la vida rebosa en cualquier planeta de cualquier sistema, en las estrellas, los soles, las supernovas y cualquiera que tenga un mínimo de aprecio por la vida puede detenerse a sentirla en cada brizna de hierva, en cada roca o incluso en los grandes icebergs de los planetas más deshabitados, pues al fin y al cabo no dejan de ser grandes conglomeraciones heladas de agua. La energía que fluye a través de las cosas vivas y las inertes son prácticamente similares, pero desde hace miles de años, desde la época anterior a los rakata, se han propagado por doquier historias de seres sensibles a esa energía, su dominio y su aplicación para grandes maravillas o terribles atrocidades. Unas veces podías encontrar relatos apasionantes a través de los múltiples sistemas de la galaxia y otras, por desgracia en mayor número, trozos carbonizados de tela, aleaciones centenarias o parajes yermos de civilizaciones milenarias.

En algunos de lugares se me conocía por "el ermitaño", en otros por el historiador y en otros, en cambio, se me conoce cariñosamente por "el lobo anciano" debido a mi canino aspecto y mi antropomórfico parecido con una extinta especie mamífera de un planeta dentro del sistema local de La Vía Láctea. Pese a todos esos sobrenombres y títulos que las diversas y variadas poblaciones de cientos de sistemas me han dado, el nombre por el que algunos me conocen es Shyram Koteff. Ya en mi planeta natal, Bothawui, se me consideraba un erudito bothan aventurero que invertía la totalidad de su tiempo en desenterrar historias y los relatos -por los cuáles empecé a sentir gran atracción poco antes del primer día en el que vi la luz el 20 ABY- desperdigados por todos los confines explorados o por descubrir de la galaxia. Época en la que República comenzó a desmoronarse en diminutos y agonizantes fragmentos. Soy un nómada historiador y me dedico a seguir el rastro de viejas historias que nunca debieron caer en el olvido, pero que así lo hicieron. Durante más de cincuenta años he viajado por múltiples sistemas y planetas que abarcan desde los Mundos del Núcleo hasta algunos diminutos y escondidos planetas del Borde Exterior y pequeñas incursiones en las Regiones Desconocidas.

En mis largos viajes he tenido ocasión de conocer una gran variedad de seres que podían llegar a resultar de lo más interesante y siempre me he considerado un curioso y buen oyente, por lo que nunca tuve problemas con nadie o casi nadie. Pero en una ocasión mis pasos me llevaron hasta Bestine, una pequeña metrópolis situada en la parte norte de un terriblemente caluroso planeta llamado Tatooine.

Lo primero que hice al llegar a Bestine, si no recuerdo mal, fue acercarme a la cantina local donde seguro podría encontrar algún artículo artesanal, algún viejo mapa o, con suerte, algún manuscrito malogrado que conseguir por unos cuantos créditos y una bebida que saliese de mi bolsillo. Por naturaleza los Bothan no somos una especie muy discreta físicamente hablando, pues no son muchas las especies "peludas" que suelen frecuentar planetas como Tatooine y mucho menos que sean historiadores y viajeros, pero al entrar en aquel lugar medianamente concurrido pude notar cómo venían a mi encuentro algunas miradas curiosas. Me acerqué a la barra, le hablé al barman -un humano bastante antipático- en un levemente forzado básico galáctico y, tras pedir mi consumición, le pregunté acerca del mercader exótico del lugar.

-¿Mercaderes exóticos?- Esputó con voz ronca el desaliñado humano- Hace mucho tiempo que no hay mercaderes exóticos en Bestine. Además, no nos gustan los forasteros y los Bothans no son precisamente una especie común por estos lugares. -El barman se inclinó sobre la barra acercando su rostro a mi hocico y dijo en un tono menos público- Y los forasteros curiosos que hacen tantas preguntas acaban en un lugar muy poco agradable si no saben mantener la boca cerrada.
-Tranquilo, mi buen tendero -intenté apaciguar- No es mi intención provocar disturbios en su agradable local y aquí no verás a nadie que pretenda crearse enemigos.-el humano cambió su rostro esperando escuchar el final de mi réplica- Es más, si usted, mi buen metre, pudiera indicarme con quién podría, digamos, tropezar por casualidad para intercambiar buenas historias, sabría compensarle como es debido y así todos ganaríamos.

El humano pareció comprender sin lugar a errores mi académico galáctico básico y despegó su mano izquierda de debajo de la barra para colocarla encima de la pequeña bolsa marrón de piel de fel'zza que contenía un pequeño y tintineante botín que de buen grado aceptó. Acto seguido señaló hacia un rodiano de color verdoso situado en la esquina del local y me advirtió que tuviera cuidado, ya que era un gran aficionado a las carreras de vainas y seguramente me timaría para ganar dinero fácil y así poder gastarlo en la próxima carrera en Boonta Eve. Ruudsti era su nombre.

Desoyendo al tosco ventero me acerqué al rodiano, en el cuál no pude evitar fijarme mientras me aproximaba para intentar sacar una pequeña conjetura sobre qué podría encontrar a partir del instante en que entablase conversación. A juzgar por sus vestiduras, ligeras y sesgadas por la intemperie y el tiempo, estaba claro que era un lugareño, pues estaba cubierto por una fina capa de polvo -aunque en aquel lugar qué no lo estaría-. El atuendo era claro, puede que en su día fuese blanco, pero ahora lucía un color amarillento hueso que comenzaba a rozar el cobrizo. En la parte de las mangas, casi llegando a las muñecas, pude observar pequeñas y medianas manchas negras que debían tratarse de lubricante que, a juzgar por la ligereza del conjunto, pertenecerían a reparaciones menores; como droides, evaporadoras de humedad de pequeño tamaño y puede que alguna mejora ilegal de vaina. El calzado que llevaba era grueso, resistente y cerrado, seguramente para evitar la filtración de arena, con lo que deduje que también tendría tratos con jawas o mercaderes de los alrededores. Quizás, incluso, con moradores de las arenas.

Ya me encontraba casi a su lado cuando llamé su atención con un rutinario saludo y, acto seguido, le pedí amablemente unirme a la partida de Pazaak que estaba jugando consigomismo desde hacía un buen rato. El verdoso ser me miró con sus enormes ojos negros perlados sin párpados, estiró al instante las dos antenas que tenía situadas en la parte superior de la cabeza y retorció levemente la trompa de su boca en lo que ahora imagino que se trataría de una especie de mueca de desconfianza. Pero por alguna extraña razón, el supuesto comerciante me permitió unirme sin oponer demasiada resistencia y me invitó a sentarme.

-Ruudsti, si no he sido mal informad -El rodiano guardaba silencio y proseguía con su partida pero sin dejar de prestar atención a lo que le decía. -Discúlpeme si le estoy molestando, pero ¿Es mi galáctico incorrecto acaso?- Concluí con la esperanza de hacerle romper el silencio que guardaba.
-En absoluto, extranjero -finalmente habló- Tu galáctico es bastante apropiado. De hecho es tan apropiado que no te ha permitido ver que aquí nadie habla galáctico, sino huttés.

Ruudsti estaba en lo cierto. Tatooine era uno de los puntos más alejados del centro de la civilización y la política y la mayoría de los que habitaban en el borde exterior -lugar en que se sitúan muchos planetas y Tatooine entre ellos- pretendían evitar justamente llamar la atención de ambas cosas. Se dice que Tatooine es uno de los planetas más antiguos de la galaxia conocida y ha visto cómo se ha ido deteriorando hasta convertirse en un completo planeta repleto de arena, dunas, cañones, rocas y una fauna de lo más peligrosa. Al estar en un lugar tan alejado, el planeta era una cuna perfecta para que se realizasen con éxito todo tipo de transacciones de discutible legalidad y estaba localizado a unos cinco sistemas del espacio de los Hutt; unas criaturas gasteorópodas, obesas y muy inteligentes generalmente mercenarias y comerciantes con un extraño e implacable sentido de la justicia. Por ese mismo hecho, Tatooine estaba repleto de conocedores del huttés, idioma natal de los Hutt, que se extendió durante el gran imperio gracias a las múltiples líneas comerciales que los conectan con otros sistemas.

-Amigo Ruudsti, soy un entusiasta viajero y he recorrido muchos sistemas durante años en busca de restos, digamos, originales- El curioso alienígena pareció entender de de qué se trataba mi petición y se aproximó a mí.
-Iiika bannaaat! hak hak hak!- rió el rodiano- Muchos son los que vienen a Tatooine en busca de joyas perdidas pero si no eres un cazador furtivo es muy raro que te puedas hacer de algo tan sumamente raro como, por ejemplo, una perla de dragón Krayt. De modo que ya puedes volverte por donde has venido, amigo bothan.
-No son las joyas ancestrales lo que me han guiado mis viajes a Tatooine -me apresuré a decir- Mi búsqueda se basa en el conocimiento. Hace mucho tiempo existió aquí una civilización que redujo el planeta a lo que es hoy en día y me gustaría saber más acerca de esos colonizadores, por así decirlo- Ruudsti levantó una antena en lugar de las dos de la misma forma que hacemos los que tenemos expresiones faciales para denotar incredulidad- Estaría más que agradecido si pudiese...
-Salgamos de aquí -Ruudsti me interrumpió y me hizo una señal con la palma de la mano señalando hacia la puerta- Acompáñeme a un lugar más propicio, amigo mío. Estos temas no pueden ser tratados en un lugar tan poco adecuado.

2 comentarios:

  1. Está realmente bien construído y los personajes son creíbles y atractivos. Me encanta como describes la parte en que llega a la taberna, realmente es Tatooine. No me gusta tanto el principio, aunque entiendo que debes introducir al narrador. Pero realmente es awesome ;)

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  2. He encontrado una lectura interesante!!Ánimo con esta leyenda, tiene muy buena pinta. Enhorabuena.

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